La pandemia se ha convertido en una oportunidad para probar una nueva tecnología que se viene desarrollando desde hace 30 años.
Algunos científicos están usando la ingeniería genética para hacer que nuestras células produzcan una parte de un virus y así enseñarle a nuestro sistema inmunológico a protegernos de él.
Esto permitiría crear vacunas de forma mucho más rápida. Incluso pueden ser más simples de fabricar y más seguras de usar. Probablemente también sean más baratas.
Solo tenemos que probar que las vacunas genéticas, como se conocen, realmente nos protegen.
Pero dos de las ocho vacunas contra la covid-19 que están en una etapa más avanzada de la investigación utilizan esta tecnología.
Una la fabrican las empresas Pfizer (Estados Unidos), BioNTech (Alemania) y Fosun (China). La otra está siendo desarrollada por la empresa estadounidense Moderna.
Ambas llegaron a la tercera y última fase de pruebas en humanos y se están aplicando a miles de personas para ver si son efectivas.
Las perspectivas son prometedoras, dice Norbert Pardi, profesor e investigador de la Universidad de Pensilvania en Estados Unidos.
Los estudios realizados hasta ahora apuntan a que estas vacunas generan una buena respuesta de nuestro sistema inmunológico y que son seguras.
"Aún necesitamos ver los resultados de la última fase, pero soy optimista. Creo que una o más de ellas serán aprobadas. Esto tiene el potencial de revolucionar el campo de las vacunas para enfermedades infecciosas", opina Pardi.
Cómo funcionan las vacunas
La mayoría de las vacunas que utilizamos suponen la inyección de un virus o una bacteria en nuestro cuerpo para que el sistema inmunológico pueda identificar la amenaza y crear formas de defendernos.
En el caso de los virus, estos pueden estar debilitados (su capacidad para enfermarnos se ha reducido a niveles seguros) o inactivados (no pueden reproducirse).
Existen también las denominadas vacunas de subunidades, en las que solo fragmentos característicos de un virus, como una proteína, por ejemplo, se producen en el laboratorio y se purifican para su uso en la vacuna.
La propuesta de las vacunas genéticas es diferente. En lugar de inyectarnos un virus o parte de él, la idea es hacer que nuestro propio cuerpo produzca la proteína del virus.
Para ello, los científicos identifican la parte del código genético viral que contiene las instrucciones para elaborar esta proteína y nos la inyectan.
Una vez absorbida por nuestras células, funciona como un manual de instrucciones para la producción de la proteína viral.
La célula produce esta proteína y la exhibe en su superficie o la libera en el torrente sanguíneo, lo que alerta al sistema inmunológico.
Las ventajas de las vacunas genéticas
La inmunóloga Cristina Bonorino explica que, en el caso de vacunas atenuadas o inactivadas, es necesario cultivar una gran cantidad de virus para utilizarlo como materia prima.
Las vacunas genéticas no necesitan esto.
Simplemente basta con crear en el laboratorio la secuencia genética deseada.
Esto requiere una estructura de producción mucho más reducida.
"El costo probablemente también sea menor", dice Bonorino, quien es profesora de la Universidad Federal de Ciencias de la Salud en Porto Alegre y miembro del comité científico de la Sociedad Brasileña de Inmunología.
Márjori Dulcine, directora médica de Pfizer Brasil, empresa que fabrica una de las vacunas genéticas, explica que, además de que este tipo de vacuna se produce más rápidamente a gran escala, también es flexible.
"Sabemos que el SARS-Cov-2 tiene una gran capacidad para mutar. Entonces, si eso sucede, podemos adaptarnos rápidamente", asegura Dulcine.
Las vacunas genéticas también eliminan el riesgo de que una persona se enferme cuando se vacuna, lo que puede ocurrir cuando se utilizan vacunas con virus atenuados.
Los virus en ese estado se han manipulado para ser menos peligrosos, pero aun así pueden reproducirse lentamente.
Esto da suficiente tiempo al sistema inmunológico de una persona sana para que reaccione y, en el proceso, aprenda a combatir esa amenaza.
Pero, en casos más raros, si el paciente está inmunodeprimido, puede perder esta carrera contra el virus y enfermar.
"Con este tipo de vacuna [genética] no pasa eso, porque no usa un microorganismo vivo. Es completamente sintética", dice Norbert Pardi, de la Universidad de Pensilvania.
El tiempo necesario para desarrollar una vacuna también se reduce drásticamente. Por lo general, lleva meses tener una vacuna lista para las primeras pruebas. Con las vacunas genéticas se tarda solo semanas.
Una parte de la población está en contra de las vacunas obligatorias.
"Moderna tardó 42 días desde el momento en que recibió la secuencia genética del virus para comenzar los estudios de la vacuna contra la covid-19. Esto es casi imposible con otras tecnologías", afirma Pardi.
El científico también dice que las pruebas han demostrado hasta ahora que las vacunas genéticas contra la covid-19 han generado una reacción del sistema inmunológico al menos tan buena como la de las otras candidatas.
"Por lo tanto, no solo son más seguras y relativamente baratas de producir, sino que también son muy efectivas. Esto es muy importante", analiza.